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HISTORIA DE LA PRODUCCION

  • natasrod21
  • 31 dic 2013
  • 8 Min. de lectura

En la historia de la humanidad se presentan periodos de intensa transformación de las estructuras económicas, sociales y políticas. Siendo uno de éstos, según Cazadero, el que comienza a finales del siglo XVIII. La revolución industrial aportó una parte importante y fundamental para el desarrollo de la idea de progreso. Pero no es hasta ciento cincuenta años después que la estructura económica del mundo sufrió una transformación significativa, por la cual una sociedad rural y artesanal se convirtió en una sociedad urbana, industrial y diversificada.


Con la revolución industrial, en Occidente se inició una era de confianza en la capacidad creadora del hombre y a la vez, en el crecimiento o progreso sin límites. Lo que resultaba ideal en un mundo poco poblado y con grandes espacios vírgenes.


La esencia de la revolución industrial consistió en la división social del trabajo, lo que supone también una progresiva sustitución del trabajo humano por el de las máquinas y la energía animal por la mecánica.


Y como era de esperarse, mediante ella se produjo una aceleración del crecimiento económico, acompañado de una profunda transformación en la organización de la producción y en la estructura de la sociedad. Este proceso no fue sencillo y se localizó inicialmente en Inglaterra y además estuvo lleno de conflictos sociales ya que “crecer era un imperativo de la sociedad moderna.” Había que producir más mercancías en el menor tiempo posible; sin importar el esfuerzo humano invertido en ello.


Para Cazadero, una revolución industrial está constituida por un grupo de elementos vinculados entre sí que conforman una totalidad funcional donde es posible dividirla en tres grandes conjuntos: el primero está formado por un enjambre de inventos e innovaciones tecnológicas que constituyen una estructura; [3] el segundo lo forma un profundo conjunto de grandes transformaciones sociales que tienen un carácter estructural y se deben realizar antes y durante esta revolución en la sociedad que va a asimilar la nueva tecnología; y, el tercer conjunto está constituido por el cambio en el sistema económico mundial.


De esta forma, la revolución industrial es el motor de la fuerza transformadora, la capacidad productiva de una sociedad bajo los patrones del capitalismo, misma que poco a poco fueron imitando otras naciones.


Así, el siglo XIX fue una época de profundos cambios en la humanidad, tanto eco- nómicos, sociales y políticos como en los gustos y en las formas de vida.


Paralelamente a estos cambios, la ciencia ocupó progresivamente un espacio que antes tenía la religión, a la vez que la educación formal se convirtió en el instrumento esencial para la formación de ciudadanos y la difusión de innovaciones técnicas y de organización social. Según Octavio Paz,[4] “la ciencia comenzó a desplazar a Dios del universo…ahora coloca en su lugar al científico y al técnico, al fabricante de máquinas.”


En este sentido, el principal aporte de la revolución industrial a la idea de progreso es que ésta se sigue aceptando como algo natural, previsible y característico de lo social y lo cultural. A la vez, es lento, gradual y continuo, tiende a un fin, entendido como perfec-cionamiento de la condición humana mediante el atesoramiento de más y mejores bienes.


Se observa que detrás del desarrollo industrial estaba toda una filosofía de la vida: la de la civilización económica y racionalista occidental. Es decir, de mejoramiento infinito de la condición humana a través de la explotación de los recursos naturales superabundantes.


Cabe hacer mención, de acuerdo con Cazadero, que no sólo ha habido una sola revolución industrial, sino que a finales de este siglo XX, la humanidad atraviesa la cuarta. Según este autor, hay cuatro elementos fundamentales impuestos por la segunda revolución industrial al mundo en los inicios del siglo XX y son: la concentración del capital, la internacionalización del capital, el cambio en el proceso del trabajo y la intervención masiva del Estado en casi todos los aspectos de la vida económica.


Con el primero, las grandes empresas se constituyeron prácticamente en monopo-lios, ampliaron la red de infraestructura existente y unificaron grandes extensiones de tierra al modelo consumista que estaba naciendo. Tal es el caso de los ferrocarriles y el petróleo.


El segundo hace referencia a que ahora todos los países entran en el juego de la industrialización y el mercado mundial, aunque no tengan la infraestructura requerida para despegar su tecnología. Estos países entrarán como aportadores de las materias primas y principales consumidores de los productos manufacturados que hacen más cómoda la vida del hombre.


El tercer elemento es resultado de las mejoras administrativas y gerenciales que Taylor y Ford propusieron al proceso productivo. La producción en serie hace su apari-ción y con ella el trabajo dentro de una fábrica se hace más organizado, secuencial y específico. La división del trabajo industrial era un hecho.


El último elemento se presenta durante la década de los treinta y nos presenta una empresa estatal con el capital suficiente para realizar inversiones muy considerables en beneficio de toda la sociedad. Se ampliaba la red de servicios públicos y se ofrecía trabajo a la gente.


La revolución industrial se convirtió, así, en el vehículo que transporta el desarro-llo capitalista; es decir, el progreso por todo el mundo, pues es la industria el sector más dinámico de la economía y ejerció un efecto de arrastre en los otros sectores económicos y en todos los países.


Estos elementos hacen referencia a la nueva visión del progreso acorde totalmente con los adelantos estructurales y de organización de los procesos económicos y sociales que venían desarrollándose desde hace alrededor de doscientos años, y que habían alcan-zado a la mayoría de los países en Europa y a Estados Unidos en el continente americano.


Por esta razón, la imagen de cientos de chimeneas arrojando humo representó por mucho tiempo el símbolo del progreso y la consolidación del poderío económico de unas cuantas empresas. Poco a poco el progreso se erigió sobre una base que consiste en la explotación más intensa de los recursos naturales para obtener volúmenes cada vez más altos de producción.

En la historia de la humanidad se presentan periodos de intensa transformación de las estructuras económicas, sociales y políticas. Siendo uno de éstos, según Cazadero, [1] el que comienza a finales del siglo XVIII. La revolución industrial aportó una parte importante y fundamental para el desarrollo de la idea de progreso. Pero no es hasta ciento cincuenta años después que la estructura económica del mundo sufrió una transformación significativa, por la cual una sociedad rural y artesanal se convirtió en una sociedad urbana, industrial y diversificada.


Con la revolución industrial, en Occidente se inició una era de confianza en la capacidad creadora del hombre y a la vez, en el crecimiento o progreso sin límites. Lo que resultaba ideal en un mundo poco poblado y con grandes espacios vírgenes.


La esencia de la revolución industrial consistió en la división social del trabajo, lo que supone también una progresiva sustitución del trabajo humano por el de las máquinas y la energía animal por la mecánica.


Y como era de esperarse, mediante ella se produjo una aceleración del crecimiento económico, acompañado de una profunda transformación en la organización de la producción y en la estructura de la sociedad. Este proceso no fue sencillo y se localizó inicialmente en Inglaterra y además estuvo lleno de conflictos sociales ya que “crecer era un imperativo de la sociedad moderna.” Había que producir más mercancías en el menor tiempo posible; sin importar el esfuerzo humano invertido en ello.


Para Cazadero, una revolución industrial está constituida por un grupo de elementos vinculados entre sí que conforman una totalidad funcional donde es posible dividirla en tres grandes conjuntos: el primero está formado por un enjambre de inventos e innovaciones tecnológicas que constituyen una estructura; [3] el segundo lo forma un profundo conjunto de grandes transformaciones sociales que tienen un carácter estructural y se deben realizar antes y durante esta revolución en la sociedad que va a asimilar la nueva tecnología; y, el tercer conjunto está constituido por el cambio en el sistema económico mundial.


De esta forma, la revolución industrial es el motor de la fuerza transformadora, la capacidad productiva de una sociedad bajo los patrones del capitalismo, misma que poco a poco fueron imitando otras naciones.


Así, el siglo XIX fue una época de profundos cambios en la humanidad, tanto eco- nómicos, sociales y políticos como en los gustos y en las formas de vida.


Paralelamente a estos cambios, la ciencia ocupó progresivamente un espacio que antes tenía la religión, a la vez que la educación formal se convirtió en el instrumento esencial para la formación de ciudadanos y la difusión de innovaciones técnicas y de organización social. Según Octavio Paz,[4] “la ciencia comenzó a desplazar a Dios del universo…ahora coloca en su lugar al científico y al técnico, al fabricante de máquinas.”


En este sentido, el principal aporte de la revolución industrial a la idea de progreso es que ésta se sigue aceptando como algo natural, previsible y característico de lo social y lo cultural. A la vez, es lento, gradual y continuo, tiende a un fin, entendido como perfec-cionamiento de la condición humana mediante el atesoramiento de más y mejores bienes.


Se observa que detrás del desarrollo industrial estaba toda una filosofía de la vida: la de la civilización económica y racionalista occidental. Es decir, de mejoramiento infinito de la condición humana a través de la explotación de los recursos naturales superabundantes.


Cabe hacer mención, de acuerdo con Cazadero, que no sólo ha habido una sola revolución industrial, sino que a finales de este siglo XX, la humanidad atraviesa la cuarta. Según este autor, hay cuatro elementos fundamentales impuestos por la segunda revolución industrial al mundo en los inicios del siglo XX y son: la concentración del capital, la internacionalización del capital, el cambio en el proceso del trabajo y la intervención masiva del Estado en casi todos los aspectos de la vida económica.


Con el primero, las grandes empresas se constituyeron prácticamente en monopo-lios, ampliaron la red de infraestructura existente y unificaron grandes extensiones de tierra al modelo consumista que estaba naciendo. Tal es el caso de los ferrocarriles y el petróleo.


El segundo hace referencia a que ahora todos los países entran en el juego de la industrialización y el mercado mundial, aunque no tengan la infraestructura requerida para despegar su tecnología. Estos países entrarán como aportadores de las materias primas y principales consumidores de los productos manufacturados que hacen más cómoda la vida del hombre.


El tercer elemento es resultado de las mejoras administrativas y gerenciales que Taylor y Ford propusieron al proceso productivo. La producción en serie hace su apari-ción y con ella el trabajo dentro de una fábrica se hace más organizado, secuencial y específico. La división del trabajo industrial era un hecho.


El último elemento se presenta durante la década de los treinta y nos presenta una empresa estatal con el capital suficiente para realizar inversiones muy considerables en beneficio de toda la sociedad. Se ampliaba la red de servicios públicos y se ofrecía trabajo a la gente.


La revolución industrial se convirtió, así, en el vehículo que transporta el desarro-llo capitalista; es decir, el progreso por todo el mundo, pues es la industria el sector más dinámico de la economía y ejerció un efecto de arrastre en los otros sectores económicos y en todos los países.


Estos elementos hacen referencia a la nueva visión del progreso acorde totalmente con los adelantos estructurales y de organización de los procesos económicos y sociales que venían desarrollándose desde hace alrededor de doscientos años, y que habían alcan-zado a la mayoría de los países en Europa y a Estados Unidos en el continente americano.


Por esta razón, la imagen de cientos de chimeneas arrojando humo representó por mucho tiempo el símbolo del progreso y la consolidación del poderío económico de unas cuantas empresas. Poco a poco el progreso se erigió sobre una base que consiste en la explotación más intensa de los recursos naturales para obtener volúmenes cada vez más altos de producción.

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EVOLUCION EN COLOMBIA

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